Las familias que participamos en este movimiento hemos convertido en fuerza nuestro dolor. Después de enfrentarnos, además del brutal asesinato de nuestras hijas, a la ineptitud, intransigencia, encubrimiento, corrupción, a la más indiferente actitud de funcionarios y autoridades.
Nos resulta complicado expresar con palabras el dolor desgarrador de saber asesinadas en tales circunstancias a nuestras jóvenes hijas, en un inmenso sufrimiento que no se extingue, y no podemos evitar las lágrimas cada vez que pensamos en ellas o miramos sus objetos personales y sus fotos. Nos angustia y crece nuestro suplicio al imaginar cómo pudieron ser los últimos momentos de nuestras hijas asesinadas a base de torturas y vivimos sin vivir...
Mantenemos la esperanza de que algún día la justicia para la desaparición y muerte prematura de nuestras hijas sea posible, ya que sería la única forma de recuperar nuestra propia vida. Solidaridad para quienes, sin ser nuestras compañeras, comparten ahora mismo la pena de haberles arrancado un pedazo de su vida.